Cerveza artesanal y rock en la Ciudad de los Dioses.
Por: Alondra Cervantes
El día tan anhelado llegó, el primer festival cervecero en Teotihuacán vio la luz el pasado 21 de octubre del presente año.
El evento comenzó a las 10 de la mañana, pero por razones personales tuve que llegar a las 6 de la tarde y déjenme decirles que fue una aventura en todos los sentidos, una inolvidable travesía...
El camino fue largo y sinuoso, no cabe duda que sin la ayuda del bendito Waze no habría llegado, esa cosa es una maravilla, la mejor del mundo cuando no se tiene idea a donde ir o como llegar. Mis respetos para quién tuvo el ingenio de poner la voz de una mujer guiándote todo el camino. Fue excepcional. El tan mencionado destino era "San Martín de las Pirámides", o sea, era en Teotihuacán, pero en un pueblito como esos de los que salen en las películas texanas, ya saben, dónde no hay una señal de hábitat ni de negocios. Al final, si había personas, eso sí, pocas, pero fueron de gran ayuda para llegar.
Ya en el lugar, no podía creer lo que se veía. Les cuento que el espacio era muy pequeño, era como en un jardín para una comida familiar o algo parecido, en serio era de no creerse. En ningún momento pensé que el festival fuera a ser tan pequeño, me lo imaginaba como en una gran feria dónde hay cientos de expositores de cerveza y gastronomía que presuntamente se presumía cómo la principal atracción. Les puedo platicar que eran máximo diez carpas con bebidas alcohólicas y comida no mucha, pero hubo un lugar que estaba exquisito, muy recomendable, "El Gallo" se llamaba y vendían choripanes rellenos de chorizo argentino combinada con arrachera y le podías poner la salsa que tú quisieras. En realidad, me encantó. Fue el lugar que más gente tenía y por supuesto, el que más sobresalía de todos los que estaban vendiendo.
Es típico que al llegar a un evento de éste tipo en seguida los expositores se te acerquen a ofrecerte cerveza que por cierto no mencionaré cantidades, pero carísima. El precio era muy elevado y decidí comprar tres tipos de sabores, una de durazno, lager y de café. No hay mucho que decir sólo que mis expectativas no fueron cumplidas. El sabor no me gustó, son bebidas que te puedes poner muy borracho tan rápido cómo para ir al sanitario. No es cómodo en ese sentido y más si tienes que manejar a altas horas de la noche.
Hablando de la música dejó mucho que desear, en realidad las bandas sólo amenizaban el evento más no atraían a la gente que la mayoría eran jóvenes.
Fue pasando el festival y me fui a sentar en el pastito y ya hacía muchísimo frío, vaya sorpresa que nos llevamos todos al ver que de repente llegaban los mariachis, sí, ¡Unos mariachis en un festival de rock!, pero no eran unos mariachis cualquiera, eran unos que también tocaban rock y varios géneros musicales. Las chicas ya estaban ebrias y hacían el ridículo cómo siempre suele pasar.
Dos jovencitas subieron con los mariachis a cantar y a bailar y a darse un agasajada con los pobres mariachis...¡Ja, ja! Estuvo muy divertido ver como se caían de tanto tomar alcohol. Fue muy chistoso, no pude evitar reírme.
Después ya decidí irme por cuestiones de seguridad en el camino y fue una aventura de locos. Sólo pensaba en que momento me iba a salir algún maleante o la llorona...¡Ja, ja! El regreso estaba tan oscuro, que tenía que estar muy atenta a la carretera y no pasarme, pero de nueva cuenta gracias a esa cosa tan hermosa que es el Waze pude llegar con bien a mi hogar.
Sin duda alguna, ¡La mejor travesía!

Alondra Cervantes